Comentario
A lo largo del siglo XIX, los europeos continuaron expandiéndose por Asia y África. Grandes extensiones fueron conquistadas directamente, sometidas a la administración de algún país europeo o quedaron bajo su control económico. La fase de conquista arbitraria fue sustituida a finales del siglo por una organización y desarrollo metódicos llevadas a cabo por los Estados que, frecuentemente, tuvieron intereses contrarios. Tratados y convenciones, en los que normalmente pesó la ley del más fuerte, obligaron a las potencias coloniales a respetarse recíprocamente los derechos de soberanía.
En África, los europeos se encontraron con formas de organización débiles y éstas no resistieron. A finales de siglo, quedaron dos Estados indígenas: Marruecos y Abisinia; una república negra de reciente creación, Liberia, dos repúblicas independientes de colonos blancos, Transvaal y Orange, y dos Estados vasallos del imperio otomano, Trípoli y Cirenaica. Pero aun estos países independientes se vieron involucrados enseguida en nuevos intentos de conquista llevados a cabo por países europeos.
En Asia, el problema colonial se planteó de forma distinta. Los países occidentales se encontraron frecuentemente con antiguas culturas, que habían establecido un orden social con tradiciones de gran arraigo y capaces de organizarse. En mayor o menor medida, se resistieron a la colonización. Era evidente que, a pesar de su desmayo, hacer de China una colonia resultaba imposible. Tampoco China aceptó fácilmente la presencia europea en lo que consideraba su área de influencia. Los europeos, y singularmente Inglaterra, cuando no pudieron crear colonias al estilo africano, buscaron fórmulas para obtener beneficios económicos que no implicaran la soberanía del territorio. Japón no sólo no fue colonizado sino que pasó a ser una potencia más en el concierto internacional y sus aspiraciones de expansión, en competencia con los occidentales y China, se centraron en el propio continente asiático. Los conflictos a que dio lugar esta situación no se solventaron hasta finales de la década de los cuarenta del siglo XX, después de la II Guerra Mundial y aún no se resolvió el problema de Corea.